sábado, 8 de octubre de 2016
Que me vuelvas a enseñar el abecedario
Perdona, se ha hecho mucha la tardanza,
no podía encontrar de regreso el camino,
y de todo el trayecto que he recorrido
me ha quedado la paga de un sentir cetrino.
Se senté a descansar en las quimeras
de aquellas que a mi piel la enardecían,
y me reventaban como elegías lastimeras
y cuanto mas las callaba, más plañían.
Traté de consumar todo deseo
haciéndolo mi señor y soberano,
y no me amilanó ningún desvelo
porque posesivo me llevara de su mano.
Más al fin de esa larga jornada,
y en ningún caso por no ser advertida,
los goces del placer me desangraban
y no hallando como solución otra medida
Que a tus brazos venir a socorrerme,
que me vuelvas a enseñar el abecedario
para que mi insuficiencia pronto merme
a la sombra celestial de tu santuario.
Te confieso que mi mente oscurecida
por todos los ardides del pecado
no razona por estar semidormida
a tu suave consejo inmaculado.
¿Me repites otra vez los mandamientos?
aquellos que una vez he olvidado
cuéntame otra vez, para mi aliento,
que Tú me perdonas de pecado.
Relátame de la gracia inmerecida
que con Tu Vida mi vida has salvado,
dale ímpetu a mi existencia desvalida
para que desde ahora, camine yo a tu lado.
Señor Jesús, me humillo arrepentida
por no haber tus preceptos escuchado.
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