miércoles, 19 de octubre de 2016

Tus ojos fijos


Se adormece el día cuando el sol se oculta
y tu cara de niño me desarma.
Es la hora en que miras a mis ojos,
una práctica algo ociosa y algo cruel:
ver tu rostro de niño en cuerpo de hombre
en un lívido retrato de papel.

Mi sentir, que amaron a esos ojos,
tu mirar profundo puesto en mí
me miran fijamente a los ojos
como alguna vez, antes de partir.

Se repite el rito cuando se va el día
a la misma hora, cotidiano y cruel,
se adormece el día cuando el sol se esconde
adormécete, niño, con él.

Y todas las veces te digo lo mismo:
- El sol ya se esconde, la noche encalló.
Todo lo que tengo es solo el retrato
de tus ojos fijos sobre mi dolor.

Si tu eterna ausencia no tiene retorno:
Duérmete, mi niño, cierra ya los ojos,
duérmete mi niño, duérmete, mi amor.
   

martes, 11 de octubre de 2016

Amor pueril



A orillas del río, una tarde,
prendida a tu figura caminaba...
sin importar hacia donde
ni el tiempo nos apuraba.
Soñando sueños de niños
que juegan despreocupados.
Con timidez e inexperiencia
nuestras manos se buscaron
hasta que al fin, dedo a dedo,
se fueron entrelazando;
Y el calor que transmitían
mojó las voces de pájaros,
las mejillas de amapolas
y los ojos se encendieron
como dos luceros claros.
Cuando todo eso ocurrió
tenía yo quince años
y jamás volví a sentir
esa sensación dorada
cuando mis vírgenes labios
rozaron tu boca amada.

No me culpes




Asomaste a mi vida una tarde de silencios,
cuando nada esperaba de la vida,
cuando el quieto transcurrir de los minutos
se agolpaban rutinarios, y a medida
que te iba descubriendo, de a poquito,
mas adentro de mi alma te metías.
Y te hacías más tangible y más presente,
con la vista te abrazaba, con mis ojos te seguía.
Y se fueron sucediendo las semanas,
y los meses y los años, y la vida,
y nunca me animé a confesarte
el secreto que mi espera arremetía.
Puse tu nombre en la estrella más lejana
y alcanzarla fue en mi una osadía.
Y si arriesgada fue mi espera, no me culpes,
ni te culpes de ser tú quien pretendía,
no se pueden sofocar los sentimientos,
ni se pueden controlar las alegrías
que provocan tan solo el nombrarte
o el pensarte, o el soñarte, o estar viva.
No te culpo de mi espera tan estéril,
ni me culpes que te quiera todavía.

El bosque




 Las tardes de diamantinas luces
   penetran entre los sayos 
del bosque umbrío de pinos,
 pájaros, musgos y álamos.

La sangre que exuda es verde

y enfría la piel del barro
de senderos retorcidos
hechos de pieses descalzos
de animales que transitan,
éste, su último resguardo.  

Se mezclan locas de aromas
las flores que van mutando
de ser mariposas quietas
a bailarinas danzando
en un salón encantado.

Y los rayos, persistentes,
como un puñal van zanjando
heridas que se hacen bocas
para besarlo embriagado.
Como amante que persigue
el nimio roce anhelado.

A Dios le gusta que seamos agradecidos




¿Que falta en tu vida
para que la veas hermosa?
¿Te falta la risa, el amor,
el asombro, las ganas,
la fe que es preciosa?
¿El día brillante,
la lluvia que moja?
¿Te falta el aire?
Dime ¿por donosa
no ves te regala
espléndidas galas
las flores graciosas?
Amigo, no sigas…
escucha en silencio
el rodar de tus lágrimas;
ellas van limpiado
poco a poco el alma,
y, cuando se sequen,
verás con asombro
que las penas cansan.
Y si el infortunio
visita tu casa,
da gracias al cielo
porque hay una mano
que con gran ternura
te sostiene en calma.
Y duerme tranquilo,
reposa tus ansias:
Dios del universo
que todo ha creado
no te desampara.
Descansa en sus brazos
los brazos mas buenos
te cuidan, te aman.

Mientras duermes



Ávidas  tengo las manos de tocar tu rostro dormido,
y acariciar tus cabellos hasta que despunte el albor;
 en emoción arrobadora saldrán de mi aliento lirios
que perfumaran tus sueños para que duermas mejor.

Amante que duermes calmo en la placidez ambiente,
percibo que aún sientes los vestigios del amor
que hace instantes prodigamos uno al otro en alegría,
pues en tu cara dormida, tu boca sonriente quedó.

De a poco me iré durmiendo acurrucada a tu cuerpo
donde aún no se ha apagado todo el fuego del volcán
que sobre mí derramaste con una pasión loca,
y si dormido me tocas, volveremos a empezar.

Vestal de maldiciones




Otra vez te arrojas a la calle,
y un disfrute de placeres son tus piernas
que se suben hasta el borde de tu falda
y en altísimos tacones se te entierran.

Los carmines de tu boca van besando
 los sueños que provocan tus caderas,
y el vaivén de tu cintura va blandiendo
una espada que a zanjazos... desespera.

Por tenerte mas de uno te ha pagado
y les diste de tu piel, solo la externa,
tu oficio de mentira y vejaciones
va dejándote la marca mas abyecta.

Pero ya… ¡y qué mas da! Las ilusiones
son aquellas que consigue tu entrepierna;
como una hábil veterana en sugestiones
seduce y mata, vestal de maldiciones,
que de noche se derraman cual cisterna
y atrapa a los incautos de un zarpazo
con tu andar de irresistible Eva moderna. 

La piel interior



¡Déjame llorar hasta que se me limpie el alma!
de tantas imprecisas propensiones
que han llevado a la cumbre de la rabia, y a locura
un sin fin de decisiones.
¡Déjame!, que cargada de impotencia
solo puedo afirmar que no se nada,
que entre cardos y espinas he recorrido
una parte de mi vida, y aún cansada,
con el último aliento que me queda
me aferra a la vida la esperanza
de saber que mas allá de los errores
me sostiene una mano más que humana.
Pero este mal trago, que he de pasarlo,
aunque muera de dolor y quiebre mi alma,
una vez que termine de sufrirlo,
ya ligera de prisiones y corazas,
podré ver un futuro por delante
sin que me pese lo vivido,
sin que el pasado me traspase,
sin malos recuerdos que me hostiguen,
sin errores que me dejen desahuciada.
La mortaja será para los muertos,
pero yo, estando viva, voy anclada
a la firme convicción que los dolores
muchas veces son la piel de la alimaña,
que una vez que lo viejo se desecha,
otra piel, más hermosa, lleva en andas.

Nunca es el adiós (tango)



Se que te he perdido,
lo se, amor mío,
veinte años juntos
de ir y de venir
marcaron la ruta
de un camino oscuro
que mostró de pronto
su infame matiz.

La copa se ha roto,
lloraron las ganas,
pocos los empeños
de querer seguir.
Te ganó el hastío,
lo veo en tu cara,
ni siquiera tengo
valor de vivir.

Me iré por mi lado
desandando sueños,
se que en una esquina,
o en un callejón
hallaré aquella
ilusión perdida
que renazca alegre
en mi corazón.

No me siento en deuda
ni me debe nada
la vida que tanto
querer me entregó.
Juntaré en mi alma
toda esa ternura
para poder darla
a un nuevo amor.

Pero si pudiera
rescatar el tiempo
que a los dos unía
con tanta pasión
volvería a tus brazos,
amor de mi vida,
porque veinte años
nunca es el adiós.

Amor Inconmensurable



¡Cuántos destinos marcados
por delirio e ignorancia!
¡Cuántas vidas mutiladas
por la falta de constancia!
¡Cuántas malas decisiones
dejan un corazón herido,
una mente atormentada!
Oportunidades robadas
a los hijos de este siglo.

Por ello hoy no pongo más
mi afán en tristes manos,
no confiaré en nadie humano
para sellar mí destino.
Solo a los pies del Divino
Creador solo me inclino
y descansaré plenamente
en su gran Sabiduría.
Su Piedad es mi aliciente,
mi falta de fe, cobardía.

Padre,
toma mi vida en tus manos
amorosas, suplicantes,
pacientes y tolerantes
que resguarda el alma mía.
¡Sálvame Tú de mi misma,
Amor Inconmensurable!
corro a tus brazos amantes
desnuda, pobre y vencida,
y permite que me encuentre
a tu lado en la otra vida.